Juanjosé Rivas

Marzo, 2017

Quedamos de vernos afuera del CCD ubicado en la Estela de luz para ver D: Desaparecer, la última pieza visual y sonora de Juanjosé Rivas.
A mi llegada, Juanjosé sale a recibirme vestido como si fuera a dar un concierto de Volta, uno de sus proyectos de arte sonoro. Sus lentes oscuros y el cabello perfectamente elevado y negro me recuerdan que este hombre es, además de un artista contemporáneo muy importante, un personaje que se reinventa y construye a partir de sus ademanes, muy característicos de su disciplina: el ruido, el movimiento, la monocromía y las interrupciones habitan en él y le dan un nombre.
Durante la pieza, Juanjosé se sienta en el suelo del lugar para escucharse a sí mismo convertido en un ruido musical que se estrella en las paredes que se colorean a partir de las vibraciones acústicas. Voltea a verme constantemente, y yo lo observo desde mi cámara; sé que quiere contarme lo que está pasando su cuerpo entero, y al finalizar la obra, me invita al centro de la ciudad de México, y ahí, en su casa, hablamos de aquello que lo atraviesa: sus pasiones, obsesiones, el arte, el ruido, la decisiones estéticas, los ejercicios de autoconocimiento y reinvención.
Dentro de Juanjosé vive un biólogo marino que se dedica a la contemplación, y cuando tiene que revelarse ante el mundo, es un artista sonoro y visual que trabaja con la consciencia de aquello que pocas veces notamos: los intersticios del ruido, de la materia, del tiempo y del espacio.
Su departamento parece una maqueta monocromática en donde todo cabe, desde un abecedario de madera hasta dos computadoras y decenas de cables que conectan pequeñas y grandes cajas de pandora.
Se sienta en una silla giratoria y mientras se inventa sutilmente una coreografía arrítmica con los pies, le pido que me cuente qué es eso que se pregunta a diario o cuál es la idea que lo persigue constantemente.
El absurdo siempre me ha gustado, siempre me ha llamado la atención: ¿para qué hacemos lo que hacemos? Para mí esa pregunta es fundamental, ¿para qué demonios soy artista o por qué doy clases? Me dice mientras deja que sus manos reafirmen lo desesperante que es para él pensarse esa idea. Cualquier respuesta podría funcionar y siempre he jugado con esas posibilidades.
Seguramente tienes una manera de provocarte una respuesta, le digo.
Claro, siempre me ha parecido importante el ejercicio de contemplación, sentarme a lado de la ventana y ver a la gente pasar, acostarme y escuchar un disco completo o leer algo y disfrutarlo: esos momentos que me forman como ser humano merecen cierto respeto. ¿Y para ti eso va de la mano con la creatividad?
Para ser creativo se debe tener cierta distancia con la vida y sólo observarla, dejar que el fenómeno de la contemplación suceda y rechazar la oportunidad de ser sólo máquinas que hacen cosas.
Entonces, Juanjosé detiene sus movimientos y se sienta en el filo de la silla; me doy cuenta del silencio del lugar y de cómo él no está buscando un ruido en esa afonía momentánea.
Rompo esa quietud, tengo que confesar que pocas veces los silencios me parecen reveladores, y le pregunto cómo es su proceso intelectual. Juanjosé referencia a John Berger y me cuenta sobre cómo el dibujo es un proceso de producir pensamiento, reflexión y diálogo entre el dibujante y el papel, así como de afrontar batallas de reflexión a partir del ejercicio del dibujo.
Mi pensamiento es muy sistemático y metodológico, soy un animal de hábitos, soy repetitivo y cotidiano, estoy habituado a generar ciertos patrones físicos, de pensamiento y movimiento, pero lo interesante está en generar variaciones sobre la misma estructura; lo que intento hacer cada vez que me meto en un nuevo proyecto es ponerme trampas para no repetirme y obligarme a tomar distintas decisiones que boicoteen mis hábitos para llegar a una respuesta distinta.
¿Entonces para ti que es el estilo? ¿es una mentira absoluta o le dedicas cierta preocupación?
Cuando alguien resuelve las cosas de la misma forma y llega a un lugar conocido y común se le llama estilo; a mí se me hace un tontería, yo lo que intento es romper con esto. Hay veces que no puedo, pero lo intento. Por ejemplo, me dice: Cuando me invitó el curador del CCD a participar me dijo –yo pensé que harías un ruido así dkjnfwssdsvbadijknf, y me sorprendiste mucho porque esta es la pieza más musical siendo que tú no eres músico-. En este proyecto, lo que hice, en vez de llevar mis aparatos y hacer ruido, fue invitar a amigos músicos y dialogar con ellos a través de sus audios y llegar a lugares que no conozco. Esta pieza del CCD no la haría yo solito, y me gusta porque cambia cosas en mí, me hace replantear nuevas maneras de decir y argumentar lo que quiero hacer desde visiones distintas y contradictorias, ya que a mí no me interesa lo musical en cuanto a la armonía, pero esta pieza es muy linda, me encanta.
Juanjosé no siente vergüenza al imitar ruidos, y constantemente está modulando la voz, su garganta es un patio de juegos y cada que puede me lleva a él.
Juanjosé ha hecho de todo como artista visual, desde el óleo y litografía hasta intervenciones espaciales e instalaciones. Le pregunto que me cuente sobre lo que está detrás en esa búsqueda de un lenguaje estético propio.
Tú vas formándote un carácter estético conforme vas produciendo, avanzando, proponiéndote cosas, te das cuenta de lo que te gusta y te haces de tus propios recursos, de tu lenguaje y manejas discursos visuales que están dispuestos a reivindicarse o reafirmarse conscientemente.
Me levanto y me acerco a la pared blanca que está frente a nosotros, y le pido que me cuente sobre los bocetos y mapas conceptuales que se sujetan en ese espacio que parece un diccionario visual infinito.
Me cuenta que uno de sus proyectos va de hacer piezas con las letras del abecedario. Algunas ya están ocupadas, D: Desaparecer es una de ellas, pero las demás van de performances como llenar cuartos de dibujos con carboncillo y audio, llevar a percusionistas a que sigan partituras a partir de tambores colgantes, suspender a una persona a quince metros de altura con sensores infrarrojos en el cuerpo para medir el espacio, y con ellas producir sonido, mientras pendula de arriba hacia abajo.
Cada una de las piezas se vuelve una oportunidad para conocer. Una de las ventajas del arte contemporáneo es su cualidad multidisciplinar. Es tan permisible ahora el arte que, aunque peligroso, es tentador.
¿Cuál es el fin? pregunto. Pareciera que esa pared es un entramado de preguntas, y él se acerca a observarlas junto a mí.
Al final de mis piezas, cuando veo que el arte cumplió su proceso para mí, si la gente lo sabe admirar o entender, si les gustó o no, ya es accesorio; no es que no me importe, claro que me importa y lo ideal es que funcione, pero principalmente a mí me interesa demostrarme que puedo hacer eso que me propuse.
¿Y el espacio?
Para mí el espacio siempre ha tenido esa capacidad de transformar a la persona que lo habita. Para mí es muy importante, cuando me invitan a algún lugar, la dinámica que se genera a partir de ese espacio; ya que esto permiten establecer diálogos con lo material y lo inmaterial. Es importante dejarse permear por el espacio, dejarse ver qué representa a nivel simbólico y perceptual.
Para Juanjosé es fundamental:
el ser humano que no sepa adaptarse, integrarse o entender el espacio en el que habita es un ser humano incompleto.
Su casa cada vez es más inquietante, dentro de un mismo nivel se encuentra la sala, la barra de la cocina, la cocina misma, su estudio, su habitación y un baño. Todo convive con la misma luz, Juanjosé se levanta a prepararse un café.
¿Por qué hacer ruido de manera formal y consciente?
El ruido es una constante en mi vida, creo que vivo haciendo efectos especiales. Siempre que camino, o cuando voy manejando, al lavarme los dientes, siempre estoy: sssshhhhrrrr, pjjgggg, wwhhhrrrr, nnzssss, como los niños cuando juegan a volar un cohete: ghhhhjjjj, rhhaahhh, ksss, nptiiiii. Siempre he sido una persona muy sonora. El sonido es básico para completar las imágenes. Lo que hago con las piezas que acompaño de ruido es evidenciar o contradecir las imágenes: me gusta la ausencia y los sonidos dislocados que no coinciden con la fuente que los produce, al final son pequeños juegos de percepción.
Es evidente, todos los que lo conocemos nos damos cuenta, estoy segura; pero cuando Juanjosé habla del tema se convierte en un autor preocupado por los ecos de su sonidos.
Me gusta medir la distancia de un espacio a partir de mi voz, de los rebotes, del sonido. Las imágenes se crean también a partir de vibraciones. La fisicidad de los objetos revela su pureza y eso es bien lindo.
¿Buscas que todos seamos partícipes de este proceso tan tuyo?
Lo que no me gusta es la distancia entre el espectador y las piezas. Mis piezas no tienen estándares, van más ligadas al performance, son sonoras, visuales y juegan con la instalación. A mí se me hace espantoso que a la gente la condiciones a querer entender algo cuando está viendo una pieza de arte. A mí me gusta disfrutar una pieza artística. Si a mí algo me produce placer, está poca madre y ya, no tengo por qué buscar otro nivel de lectura. La primera lectura, cuando algo te hace sentir, es lo que me importa. Quiero percepción, que la gente se involucre de otra manera con el espacio, que tenga experiencias estéticas, agradables o no, pero que las tenga.
Si alguien más busca y encuentra otro nivel de lectura a partir del estudio de la técnica y el discurso, me parece muy interesante porque se pueden tener conversaciones muy enriquecedoras sobre que tan fallida o afortunada puede ser la pieza a partir de distintos parámetros.
No quiero hacer arte que solo yo entiendo, me interesa que los demás perciban.
En el escritorio de Juanjosé se apilan libros de teoría artística, de filosofía contemporánea, de estética. Él fue mi maestro de una materia que jugaba con los límites de la palabra y la imagen. Al acercarme a él como artista, me obligo a preguntarle acerca de las teorías detrás de sus piezas.
Para poder producir una pieza hago una investigación bien documentada teóricamente. Leo, me documento y le dedico tiempo a la reflexión a partir de lo que se ha dicho sobre mis temas de interés. Pero muchas veces pienso que eso es el trabajo del artista, es personal y ahí debe quedarse. A menos que alguien se interese específicamente y me pregunte, ahí sí podría pasarme noches debatiendo sobre un tema o motivo estético. Mis piezas van de generar empatía, busco un movimiento-reflejo con el espectador después de que vea mi obra.
Estar frente a Juanjosé implica entender su actitud y movimientos como un ensayo o un performance. Parece que lleva el tiempo detrás y voltea de vez en cuando para asegurarse de que aún sigue ahí.
Me gusta lo efímero de lo sonoro, el fenómeno de la imagen sonora existe un momento en mis piezas y en la vida cotidiana. Para mí eso es suficiente, solo me interesa que suceda, y sé que es eficaz cuando lo recuerdo siempre.
La vida se trata de producir momentos, y la acumulación de estos da la sensibilidad. El arte tiene que producir instantes, preguntas buenas. Al final, lo que hago es hablar de lo que me pasa cotidianamente, de lo que me afecta, y lo que hago es responder a esos motivos y preguntarme por qué reacciono así.
¿Hay algo que te obsesione?
El orden y el progreso me obsesionan, me cuesta mucho trabajo fluir o hacer las cosas de otra manera, pero trato de desestructurarme. Soy muy obsesionado con entenderme, analizarme, preguntarme el sentido de ser como soy. Para mí es importante generar entendimiento personal sobre el mundo.
¿Qué te dan tus procesos artísticos que no encuentres en otro lado?
A mí el arte me hace ser una persona más consciente. Me hace preguntarme cosas y tratar de entenderme para ser partícipe de lo que me está pasando y reaccionar a mi entorno. Esa es la posibilidad que me ofrece.
De la nada, porque así es, Juanjosé me cuenta sobre lo pobre que le parece Jackson Pollock a nivel estético, y sobre la maestría que encuentra en él a nivel técnico. También me cuenta de lo fan que es de Rothko y de lo imponente que fue estar en La capilla Rothko. Para él las experiencias estéticas son muy importante y está constantemente provocándose conocer.
La cultura no sólo se encuentra en las bibliotecas, también tendríamos que salir a la calle, meternos en una cantina, platicar con la gente, ir a un concierto, involucrarnos con el mundo y probar todos los materiales, leer de todo, investigar formas de resolver.
Su manera de hablar de lo que le apasiona me hace preguntarle si es espiritual o cuál es el sentimiento o la emoción que más lo atrae.
Busco la inestabilidad, me encanta. Las condiciones límite te hacen comprobar hasta dónde estás dispuesto a sentir. Creamos mecanismos sociales para protegernos, pero en el fondo somos muy vulnerables porque sabemos que vamos a morir.
Todos somos espirituales, algunos muy ortodoxos, otros más oscuros; en mi caso todas mis piezas juegan a ser rituales en los que invoco aquello que no me explico y tengo que exorcizar. Esa es mi manera de crear mi universo espiritual.
¿Y después de tantos años de carrera y con la incertidumbre de lo que viene, qué has encontrado dentro ti?
De repente me encuentro con que ya no tengo tanta prisa, ya no está esa necesidad imperante de querer comunicar a como dé lugar. Una vez que empecé a entender mis posibilidades para comunicarme, ese ejercicio se volvió más contemplativo, más asertivo, porque solo necesito una sola palabra para decir una idea. Y me ha costado tiempo llegar a eso, he estado construyéndolo. El arte de las acciones afecta a la gente y busco llegar a las personas de esa manera, siendo asertivo, directo y honesto.
Con Juanjosé, el final de nuestros encuentros siempre es el mismo; me acompaña al coche y cuando me voy, en el retrovisor se queda la imagen de un hombre vestido de negro que observa más de lo ve.